que
                      interviene el azar, entonces una obra nunca será
                      idéntica
                      a otra
                      previamente generada y sucede como en la pintura:
                      la obra original es
                      la buena, y las copias apenas tienen valor.
                    
                    En las imágenes
                      fabricadas
                      por un determinado programa se puede reconocer una
                      característica común
                      a todas ellas, un estilo, al igual que a
                      un músico o a
                      un
                      pintor se le reconocen distintos períodos
                      creativos. Las
                      compañías
                      productoras guardan sus programas a cal y canto,
                      porque son su
                      auténtico capital. Un buen entendedor es capaz de
                      discernir
                      qué
                      compañía es la autora de un corto o de un anuncio;
                      en
                      cada uno de ellos
                      hay una impronta particular, debida en parte a los
                      creativos y en parte
                      al programa de ordenador utilizado.
                    Lo cierto es que, con la
                      relativamente corta experiencia que se tiene de
                      esta actividad, resalta
                      la necesidad de una intensa comunicación entre
                      informáticos y artistas.
                      Para conseguir buenos resultados, el informático
                      ha de tener una
                      cierta
                      sensibilidad artística y el artista ha de saber
                      informática para
                      conocer los límites de sus posibilidades. Esta
                      conjunción
                      práctica de
                      ciencia y arte evoca etapas más antiguas de la
                      historia del
                      arte, como
                      cuando se dominaron las leyes de la perspectiva y
                      ésta
                      pasó a llenar
                      casi todos los lienzos. El artista del
                      Renacimiento, dicen, trabajaba
                      entre pinceles, tintes y telas, pero también entre
                      compases,
                      reglas y
                      cartabones.
                    En base a este carácter multidisciplinar, algunos
                      concluyen la polémica diciendo que tan artístico
                      es la
                      obra final como
                      el programa informático que la ha generado Hay
                      quien, en
                      arrebato
                      filosófico, va más allá. Palyka, un
                      informático y a la vez artista,
                      habla del computer graphics como síntesis
                      de las dos
                      culturas, de la cultura científica y de la
                      cultura humanística,
                        y llega
                      a declarar esta materia como "solución al problema
                      de la
                      sociedad, cuyo
                      funcionamiento se basa en el lado izquierdo del
                      cerebro".
                    Cualquiera
                      que sea la categoría artística de las obras o de
                      sus
                      autores, el otro
                      aspecto importante del fenómeno es la demostración
                      de un
                      uso pacífico,
                      lúdico y creativo -o sea, humano- del ordenador.
                      Bienvenido sea,
                      acostumbrados como estamos a verlo en el vientre
                      de las burocracias, lo
                      sistemas de vigilancia y los misiles.Sería miope,
                      sin embargo,
                      limitarse a entonar una bienvenida. En cualquier
                      reflexión que
                      se haga
                      alrededor de una tecnología de impacto social es
                      preciso
                      considerar la
                      realidad económica e industrial que la sustente.
                      Como la
                      energía
                      nueclear o la bioingeniería, el ordenador y el
                      carácter
                      de su uso se
                      hallan profundamente condicionados por los
                      propietarios de su
                      tecnología Para el caso del ordenador, aplicado al
                      arte de la
                      imagen o
                      al arte en general, una situación de dependencia
                      tecnológica trae
                      consigo consecuencias que trascienden lo pura
                      mente económico
                      para
                      adentrarse en lo creativo, en lo cultural; en
                      definitiva, en lo que es
                      más esencial e identificador de un sociedad.
                    UNA NUEVA CULTURA
                    Los
                      países que no dominan la tecnología informática
                      han asistido
                      recientemente a cambios profundos en sus
                      organizaciones, cambios en los
                      que modelos y métodos han 
                      venido de fuera y han sido adoptados
                      sin filtro alguno. Estos mismos países verán
                      llegar
                      próximamente
                      ordenadores y programas para la ejecución
                      artística,
                      ordenadores y
                      programas diseñados en el seno de otra cultura y
                      de otra
                      sensibilidad,
                      que, sin entrar en valoraciones éticas o
                      políticas, es
                      otra cultura y
                      es otra sensibilidad. El hardware y el software
                      importados sin más condicionarán la calidad
                      técnica, pero también -y de
                      ahí la dependencia cultural- una buena parte del
                      estilo, el
                      carácter y
                      la personalidad de las obras artísticas realizadas
                      con estos
                      medios.
                    En
                      las organizaciones económicas y sociales, el uso
                      de ordenadores
                      ha
                      supuesto un nuevo sistema de gestión y de
                      funcionamiento;
                      podría
                      decirse que estas organizaciones reaccionan de
                      manera diferente, que
                      las neuronas de sus cuerpos son otras. Con la
                      interconexión de
                      estos
                      ordenadores -el suceso informático más importante
                      de los
                      próximos años,
                      antes de la llamada quinta generación- lo
                      que las
                      organizaciones adoptarán será ni más ni menos que
                      un nuevo sistema
                      nervioso, un sistema nervioso que para las
                      organizaciones dependientes
                      tecnológicamente ha sido pensado y fabricado por
                      otras mentes y
                      otras
                      manos. Con la irrupción del ordenador en la
                      actividad
                      artística, acaso
                      las sociedades que no deciden por sí mismas acaben
                      hallando
                      dentro de
                      su tórax un corazón que tampoco es el propio.
                    En un mundo de
                      interrelaciones crecientes entre las diversas
                      colectividades, el
                      omnipresente ordenador refuerza la dependencia de
                      la mayoría con
                      respecto a unos pocos grupos, que también son los
                      que controlan
                      su
                      tecnología. Para el tema aquí descrito no es tanto
                      el
                      problema de una presión
                      cultural acentuada que se ve venir, al fin y al
                      cabo cualquier influjo
                      cultural es intrínsecamente positivo y
                      vivificador. El problema
                      se
                      agrava cuando, además de los productos que invaden
                      el panorama
                      cultural, son los mismos medios de presión los que
                      pertenecen a
                      esos
                      grupos de poder; entonces la influencia deja de
                      percibirse como tal y
                      es la propia sensibilidad la que puede quedar
                      suplantada. El cine
                      norteamericano, por ejemplo, ha producido
                      infinidad de excelentes
                      películas, y su influencia en la evolución de este
                      arte
                      es fundamental;
                      en cambio, el casi monopolio que la industria
                      norteamericana ejerce
                      sobre la producción y distribución de series de
                      televisión ha permitido
                      imponer a media humanidad la idea del héroe como
                      policía
                      violento,
                      detective cínico, magnate del petróleo sin
                      escrúpulos... ¿Es que en el
                      mundo sólo hay policías, detectives y magnates?
                    Lo que está en
                      juego es la creatividad de las gentes, o sea, una
                      buena parte de la
                      independencia individual y colectiva. Obviamente,
                      la solución no
                      está
                      en el rechazo de la tecnología. A menudo este
                      rechazo tiene que
                      ver con
                      lo dicho por Juan Cueto de que el progreso actual,
                      para ser entendido,
                      exige codos. En el nuevo desafío del ordenador
                      aplicado a las
                      artes lo
                      lúcido consiste en la adopción, el conocimiento y
                      el
                      dominio de este
                      nuevo y poderoso medio para, desde una posición
                      abierta, pero
                      independiente, imaginar y expresar con efectiva
                      libertad lo que es
                      verdaderamente propio.