Oscar 2003 (mejor film de animación). De lo mejor de la factoría Pixar.
Pixar no deja de sorprendernos una y otra vez. Después de su debut en 1995 con el primer filme de animación de la historia hecho íntegramente por ordenador –Toy Story–, y los consecutivos Toy Story 2, Bichos y Monstruos S.A., la productora continua subiendo el listón: en 2003 nos llega otro de estos trabajos que dejan huella dentro del mundo cinematográfico, “Buscando a Nemo”.
El guión, hábil, cautivador y lleno de guiños, es determinante para el buen funcionamiento de la película. Con un sutil sentido del humor y un ritmo frenético que no da pausa al espectador, se consigue que este se mantenga firme delante de la pantalla. Y a ello contribuye la gran habilidad de haber sabido combinar géneros tan dispares como el drama (con la tragedia familiar con que empieza la cinta), la acción, y especialmente la comedia. La tónica general de Pixar sigue manifestándose en la película: sentimientos sinceros llenos de autenticidad, que pertenecen a una dramática donde prima la emoción y la profundidad, inundan todo el relato y le dan una fuerte carga que no tienen la gran mayoría de filmes de animación.
Y como suele suceder en las cintas de la productora, si la calidad del guión es excelente, más lo es el perfeccionismo de los gráficos. El propósito de Pixar de recrear de un modo realista el mundo acuático ha sido conseguido indiscutiblemente. El reto para los animadores era doble: por un lado, el estado líquido del entorno oceánico es mucho más complejo que la estabilidad y solidez del entorno terrenal. Sus características afectan de una forma determinante los movimientos de los seres que habitan en él, de modo que era necesario transmitir esa viscosidad a todos los peces y plantas que interactuarían en el espacio del relato.
Por otra parte, a ello se le suman las particularidades de sus seres: los peces carecen de extremidades, las partes (junto con el rostro) más expresivas de los personajes. Los animadores tuvieron que aprender a trabajar con su reducida movilidad y volcar toda la intensidad gestual en sus caras. Dory, protagonista paradigmática por su repertorio de expresiones faciales, deja patente que los creadores han sido capaces de engendrar seres dotados de una extrema vitalidad. Así, el espectador se sumerge en el relato y ve más que simples gráficos digitales en movimiento: el mundo oceánico de Nemo cobra vida.
Pixar no deja de sorprendernos una y otra vez. Después de su debut en 1995 con el primer filme de animación de la historia hecho íntegramente por ordenador –Toy Story–, y los consecutivos Toy Story 2, Bichos y Monstruos S.A., la productora continua subiendo el listón: en 2003 nos llega otro de estos trabajos que dejan huella dentro del mundo cinematográfico, “Buscando a Nemo”.
El guión, hábil, cautivador y lleno de guiños, es determinante para el buen funcionamiento de la película. Con un sutil sentido del humor y un ritmo frenético que no da pausa al espectador, se consigue que este se mantenga firme delante de la pantalla. Y a ello contribuye la gran habilidad de haber sabido combinar géneros tan dispares como el drama (con la tragedia familiar con que empieza la cinta), la acción, y especialmente la comedia. La tónica general de Pixar sigue manifestándose en la película: sentimientos sinceros llenos de autenticidad, que pertenecen a una dramática donde prima la emoción y la profundidad, inundan todo el relato y le dan una fuerte carga que no tienen la gran mayoría de filmes de animación.
Y como suele suceder en las cintas de la productora, si la calidad del guión es excelente, más lo es el perfeccionismo de los gráficos. El propósito de Pixar de recrear de un modo realista el mundo acuático ha sido conseguido indiscutiblemente. El reto para los animadores era doble: por un lado, el estado líquido del entorno oceánico es mucho más complejo que la estabilidad y solidez del entorno terrenal. Sus características afectan de una forma determinante los movimientos de los seres que habitan en él, de modo que era necesario transmitir esa viscosidad a todos los peces y plantas que interactuarían en el espacio del relato.
Por otra parte, a ello se le suman las particularidades de sus seres: los peces carecen de extremidades, las partes (junto con el rostro) más expresivas de los personajes. Los animadores tuvieron que aprender a trabajar con su reducida movilidad y volcar toda la intensidad gestual en sus caras. Dory, protagonista paradigmática por su repertorio de expresiones faciales, deja patente que los creadores han sido capaces de engendrar seres dotados de una extrema vitalidad. Así, el espectador se sumerge en el relato y ve más que simples gráficos digitales en movimiento: el mundo oceánico de Nemo cobra vida.
Berta Oliveres
junio 2009