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La isla de Myst
Robyn & Rand Miller (1993)

Dió la orden y se produjo el estallido. Sobre el pequeño planetario volaron hacia todas direcciones diversos pedazos de roca que al rebotar sobre las paredes se rompían para provocar una lluvia de proyectiles cada vez más peligrosa. Robin había solicitado un grado de fragmentación inicial bajo, sólo seis. Quizá por eso supo esquivar las primeras andanadas sin dificultades, supo prever los impactos a tiempo. Sin embargo, en la tercera generación de rebotes, un trozo de diorita alcanzó de lleno su tórax. Eso hizo perderle varios puntos porque aquélla era una lesión lo bastante grave para paralizar los mandos durante tres segundos. 

Al terminar la penalización, Robin vio venirse encima un canto puntiagudo y no tuvo más remedio que protegerse en el interior de una cámara de acero. Con ello malgastó buena parte de la energía de las baterías, y cuando retomó las palancas notó que los tiempos de respuesta eran más largos. 

Robin terminó la partida con un solo pulmón, un brazo del que colgaba la mano, un trozo de cadera viajando a lomos de una de las piedras y la parte derecha occipital completamente destrozada. Estuvo a punto de detenerse a esperar la puntuación obtenida, pero la imagen del desastre sobre su cuerpo no le dio ánimos para hacerlo. 

Abandonó el asiento con paso escéptico, sabía lo que el parque solía depararle y la dificultad creciente de encontrar en él alguna sorpresa.











Relatos del asombro