Viento






El corredor de les estrellas de
2001, una odisea del espacio
Stanley Kubrick (1968)
 
 
-Al habla la Hércules. Ya estamos a tu alcance, Trevor. Procede al enganche...

Distraído de la operación de rescate, Trevor tenía su mirada fija en la geometría blanca de una nave que, por momentos, perdía intensidad sobre el visor.

-¡Alex!, todavía te distingo... ¡Alex!...

Trevor esperó unos segundos, las respuestas de Alex se hacían esperar siempre.

-Los mendigos te podrán llamar hermano, y tú puedes sin embargo ser un rey. Rilke, señor.

-Te deseo suerte, Alex, y... gracias, gracias por tu existencia...

-Tenebrosa, tenebrosa, todavía intacta, es un símbolo y una señal de cómo se sostiene sobre los árboles un misterio de misterios. Poe, señor.

- De acuerdo, procuraré perseguir el misterio. Guardaré los enigmas... como una forastera gruñona... Kavafis... ¿digo bien, Alex?

-¡Trevor!... -se oyó desde otro altavoz -haz el favor de desplegar el enganche ¿es que no ves lo cerca que estamos?... Si no conseguimos recogerte deberemos hacer otra órbita, lo que nos costaría otro par de horas... Sólo te faltaría eso, Trevor, en la Tierra no entienden muy bien lo que ha sucedido y no te esperan con los brazos muy abiertos...

Con un gesto de desagrado, Trevor accionó el interruptor. Entonces el cilindro que pendía de la Hércules se acopló al enganche y Trevor percibió un temblor.

La acción de la nave remolcadora, irreversible, le abrumó. Pronto la conexión con Alex sería imposible.

-¡Dulce esperanza! ¡Cúbreme de etéreo bálsamo y bate tus alas plateadas sobre mi cabeza! Keats, señor...

-Brindo por ti y por todo lo que me has enseñado- dijo Trevor con voz entrecortada.

-¡Espléndido el cielo, hoy! ¡Montemos sobre el viento, vayamos sin freno, ni espuela, ni brida, hacia un cielo mágico y divino! Baudelaire, se...

-¡Alex!... ¡Alex!... -gritó Trevor sabiendo que era ya inútil.










Relatos del asombro