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Sabiendo cultivar la tierra, los hombres dejaron entonces de vagar en busca de alimento. Junto al agua para el riego, junto a los ríos, encontraron lugares en los que asentarse. Allí construyeron las primeras ciudades.
Como por entonces el destino de los hombres se decía escrito sobre las estrellas, la astronomía era uno de las actividades más respetadas. Lo era porque los que la ejercían, los astrónomos, sabían calcular, sabían dar alguna representación a lo que veían y, con ayuda de operaciones numéricas, eran capaces de prever algunas apariencias de los cielos.
La medida y los números, tan útiles para predecir fenómenos naturales, sirvieron también para el intercambio y la convivencia. Las ciudades antiguas alumbraron oficios que se distinguían por la necesidad de medir y contar: arquitectos, decoradores, recaudadores de impuestos... En las ciudades se escuchaban diálogos como el siguiente: "te doy diez jarras de vino a cambio de un saco de trigo de los que a ti te sobran".
El comercio promovió la necesidad de ampliar el territorio en el que se intercambiaban los bienes. Las ciudades se establecieron entonces más allá de los ríos y fueron a asentarse junto a los mares. |