imagen ampliada
Ptolomeu a "L'Escola d'Atenes" de Rafael
Ptolomeu

El caso de Claudio Ptolomeo (siglo II d.C) es uno de los más curiosos de la Historia de la Ciencia griega. La mayoría de sus obras, al menos las más célebres, han llegado a nuestros días incólumes. Sus tratados, en especial los de óptica, astronomía y astrología, se convirtieron en obras básicas de referencia para los estudiosos hasta el Renacimiento, con casos concretos como el de Copérnico, que revolucionó la astronomía en el siglo XVI poniendo en tela de juicio dos de los principios fundamentales de la teoría ptolemaica: el geocentrismo y el geoestatismo.

Acerca de la misteriosa existencia de este astrónomo, geógrafo y matemático greco-egipcio, se ha podido establecer que vivió aproximadamente del año 85 al 165 y que desempeñó la mayor parte de su labor investigadora en la, entonces ya en proceso de decadencia cultural, Alejandría (Egipto). Alejandría había sido fundada hacia el año 331 a.C tras la conquista de Egipto por Alejandro Magno. Tras su temprana muerte, en el año 323 a.C, a la edad de 33 años, sucesivas luchas internas entre sus herederos dieron su dominio a uno de sus generales, Ptolomeo Sotero, que tomó título de rey y fundó la dinastía de los Ptolomeos. Los reyes de la familia - a la que pertenece la famosa Cleopatra como última de sus representantes- hicieron de Egipto uno de los reinos helenos más florecientes y ricos gracias a su situación geográfica y la fertilidad de su tierra. Pero también debido a su organización económica, que había seguido la vieja tradición egipcia de una administración burocrática organizada y ocupada en asegurar los ingresos de la corona y explotar al máximo el país, en su conjunto propiedad Real. Como nueva polis Alejandría dio cobijo al desarrollo de disciplinas como la ingeniería y la arquitectura, y la cultura tomó un cariz marcadamente científico y literato. Como insignias de dicho desarrollo se erigieron dos edificaciones de carácter aristotélico: el Museo y la Biblioteca. En la época de Claudio Ptolomeo, la Biblioteca había sufrido diversos avatares como el incendio acaecido en el año 48 a.C durante la toma de la ciudad por Julio César. En el caso del Museo, los gobernantes no parecían interesados en mantenerlo como una institución de máximo prestigio. Pero, de cualquier manera, según las numerosas citas que aparecen a lo largo de sus escritos, parece evidente que nuestro estudioso se benefició de ambas instituciones para componer, enriquecer y divulgar su obra.

Ptolomeo operó sobre multitud de ámbitos del conocimiento. Escribió una Geografía, en la que intentaba representar y describir el mundo. Desgraciadamente, en aquella época sólo se conocía con cierta precisión el Imperio Romano, por lo que las conquistas islámicas pronto dejaron obsoleta esta obra. En su Óptica, de la que sólo nos ha llegado parcialmente la versión árabe, Ptolomeo intentó dar una teoría general de la visión, de la luz y del color, así como de una serie de fenómenos relacionados con ellos (reflexión, refracción, etc...). Por lo que se refiere a la música, en su Harmónica intentó, como en otras disciplinas, ofrecer una teoría que diera cuenta de los hechos, pero que también fuera matemáticamente satisfactoria. Pero sin duda alguna, Ptolomeo es conocido fundamentalmente por sus trabajos en astronomía. Su Megale Suntaxis tes Astronomías, o Almagesto como se denominó en el mundo islámico, fue el tratado en el que, por primera vez, se presentó una teoría completa y con poder predictivo de la Luna, el Sol y los planetas. Como el Almagesto es la primera de sus obras principales, es de suponer que, en muchos casos, las otras fueron intentos de desarrollar cuestiones que en la Suntaxis no lo habían sido satisfactoriamente. Así, en su Fases de las estrellas fijas se ocupó de la manera de determinar las salidas y puestas estelares, en relación con predicciones meteorológicas, entroncando con la antiquísima tradición parapegmatista -de calendario- griega. El Analemma, una obra de matemática aplicada a la astronomía, explica el método para hallar los ángulos al construir relojes de sol. Y el Planisferio, obra del mismo carácter, se ocupa del problema de la proyección en un plano de los círculos de la esfera celeste. También escribió el Tetrabiblos, libro en el que Ptolomeo intentó dar un fundamento científico a la astrología. Y, por supuesto, también en las Hipótesis de los planetas trató más detalladamente ciertas cuestiones astronómicas.

Astronomía matemática versus astronomía física

Ptolomeo adoptaba la división del Saber, de corte aristotélico, en filosofía teórica y práctica. Éste se interesó fundamentalmente en la vertiente teórica, dividida en tres ramas: la teología, la matemática y la física. La teología se ocuparía de la metafísica, un máximo grado de abstracción no fenoménico que lo convertía más en conjetura que en conocimiento estricto. La física sería lo antagónico, una ciencia encargada del estudio del mundo material. En términos aristotélicos, la física trataría sobre la naturaleza en movimiento o cambio, sujeta a corrupción y generación. Finalmente, la matemática se dividiría en aritmética, geometría y astronomía: "determinan la naturaleza implicada en formas y movimientos de lugar en lugar y...sirve para investigar forma, número, tamaño y lugar, tiempo y cosas semejantes" (Almagesto, I, ). Así, en lo que concierne a la astronomía, Ptolomeo la describe de la forma siguiente: "puede ser eterna e invariable en su propio dominio, que ni es oscuro ni desordenado" ( Almagesto, I). Por lo tanto, el estudioso enmarca a esta ciencia en el ámbito de lo inteligible. El mundo celeste estaría formado por cuerpos cuya naturaleza no es material, sino etérea. Debido a esto, tendría que ser gobernado, pues, por las leyes racionales, no de naturaleza sensible.

Dicho esto, la clasificación de la astronomía sigue siendo polémica. Los problemas astronómicos han consistido, desde un principio, en la determinación de las trayectorias que seguían los cuerpos o su posición en la esfera celeste, fundamentalmente para establecer patrones temporales de variada utilidad. Esas características describen una geometría "peligrosa" pues facilitarían una representación real del modelo ideado. Es decir que esta metodología se prestaría a generar un modelo cosmológico, lo que para un aristotélico quedaría dentro del dominio de la física. Así pues, se podrían distinguir dos formas de estudiar astronomía: por un lado, la astronomía matemática, puramente computacional, interesada en resolver los problemas que le plantean los movimientos del Sol, la Luna y los planetas, mediante la elaboración de construcciones teóricos; y la astronomía física, que propone que esta disciplina elabore cosmologías que describan el mundo real. Estas dos maneras de entender la astronomía se rigen, en cualquier caso, por dos programas de investigación diferentes: el primero obra de Platón y el segundo de Aristóteles. Los seguidores de la primera corriente epistemológica eran llamados instrumentalistas y advertían de la negativa a comprometerse con la existencia de las entidades postuladas por sus teorías ya que no necesariamente corresponden a una realidad física. Los realistas, por contra, defensores de la opción aristotélica, defendían que las teorías no eran meros instrumentos de cálculo sino que pretenden explicar el mundo de hecho.

Tras esta aclaración, a Claudio Ptolomeo se le enmarca, según el caso, en la cosmología aristotélica o como astrónomo geocéntrico, capaz de discutir su filosofía del universo a la vez que niega que la explicación plena de las perturbaciones planetarias esté dentro de las posibilidades humanas. De este modo, la explicación astronómica sería virtualmente inconcebible para Ptolomeo, limitándose a suministrar "meras predicciones" (N. R Hanson, Constelaciones y conjeturas, 1973, pág 16).
Por consiguiente, la importancia de otra de sus obras capitales, Las hipótesis de los planetas, es doble porque, por un lado, permite atribuir a Ptolomeo la inequívoca elaboración del sistema Ptolemaico; por otro constituye un elemento de juicio vital acerca de la pretendida polémica entre instrumentalistas y realistas en la antigüedad y la supuesta pertenencia del estudioso greco-egipcio al grupo de los primeros hasta que a principios del siglo XX se descubriera, con el hallazgo del libro II de dicha obra, su orientación en ambos estadios del conocimiento.

Más allá de estas consideraciones sobre el marco de acción y análisis de los estudiosos de la época y de Ptolomeo en particular, hoy cabe reseñar sobre todo la profunda influencia de la obra de éste durante cerca de 1400 años. Se hace referencia, concretamente, a su sistema ptolemaico o teoría geocéntrica. Someramente, se trata de una teoría de explicación de los movimientos de los cuerpos celestes que sitúa al planeta Tierra en el centro del cuadro orbital. Gran parte de estos supuestos proceden del también astrónomo Hiparco de Nicea (190-120 a.C) que explicó los movimientos de los planetas en base a un sistema de epiciclos, es decir, el trazado de órbitas circulares alrededor de la Tierra. Entre otras observaciones, Hiparco determinó las posiciones de unas 1080 estrellas, clasificándolas en seis magnitudes de brillo así como los tamaños y distancias del Sol y la Luna. Ptolomeo adoptó el sistema de su antecesor para explicar los movimientos aparentes de los cielos, catalogó 1022 estrellas e ideó un esquema conceptual por el que los planetas giraban alrededor de la Tierra, formando un sistema integrado por 48 constelaciones. Para explicar los movimientos anómalos de los tres planetas exteriores (Marte, Júpiter y Saturno), que a veces se adelantan y a veces se atrasan respecto a las estrellas fijas, Ptolomeo recurrió a la ya citada teoría de los epiciclos, que supone que cada uno de estos astros realiza un movimiento circular alrededor de su propia esfera, que se superpone al de ésta alrededor de la Tierra.

Como ya se citó anteriormente, la cosmología de Claudio Ptolomeo dominó el pensamiento islámico y occidental durante toda la Edad Media, y no fue puesta en duda hasta el siglo XVI, cuando Nicolás Copérnico publicó su teoría heliocéntrica. Por lo tanto se habla de Ptolomeo como uno de los últimos divulgadores "científicos" (la Ciencia no se concibe como conocimiento unitario hasta la Edad Moderna) de la Antigüedad.


Pablo González  (AVD'08)
estampa anterior
2. Ciència grega : índex d'estampes
estampa siguiente